El riego y la fertilización permiten en la actualidad un cultivo más controlado, que ofrece la posibilidad de controlar con más exactitud la nutrición y el riego obteniendo mayores producciones, sin disminuir la calidad.
El viñedo es un cultivo tolerante a la salinidad, por lo que podemos aplicar fertilizantes que contengan cloruros aumentando además la rentabilidad del cultivo.
Nitrógeno: es el elemento que más rápido se asimila en comparación con el resto de nutrientes. Su deficiencia provoca vegetación pobre y de escaso vigor de color pálido o amarillo. Su exceso sin embargo afecta a la calidad de la uva, retrasa su maduración y hace que la planta sea más susceptible de ataques de plagas y enfermedades.
Fósforo: tiene una importancia fundamental en la formación de raíces y en el cuajado de los frutos. La falta de fósforo produce menos frutos, más pequeños y tardíos.
Potasio: elemento de suma importancia en la viña, se consume en cantidades mayores que el nitrógeno o el fósforo. Interviene en la formación de los frutos. Si nos falta potasio, las hojas maduras se secan y caen prematuramente y puede afectarnos negativamente al rendimiento final de cosecha.
Calcio: interviene en la formación de las paredes celulares y en multitud de procesos fisiológicos.
Magnesio: componente de la clorofila. Su deficiencia provoca una disminución en la calidad de la uva y un debilitamiento general de la cepa.
Microelementos: todos los microelementos (hierro, zinc, manganeso, boro, cobre, molibdeno) son esenciales para el desarrollo normal de la viña. Los microlementos intervienen en multitud de procesos fundamentales como la floración, el cuajado de los frutos, etc.